miércoles, 28 de septiembre de 2011

SUEÑO






En mi última ofensiva para seducirla, le cuento que sueño con ella.

Que en mi sueño su matrimonio ha dejado de ser un escollo, porque ya nada nos importa. Que estamos desnudos, tumbados en la alfombra de Aubusson que acoge su cuerpo con lascivia. Nos ilumina el fuego de la chimenea, le digo, y sólo pienso en aprovechar mi lengua para robarte el rocío de sudor que cubre tu palidez urbana.

No me miras, susurro, me envuelves con la mirada y –casi sin querer- me atrevo a sumar promesas a mi historia, más saturada de decepciones que de esperanzas. Esos ojos del color del agua turbia que siempre han conseguido entorpecer mi pensamiento me hacen creer que he dejado de contemplar mi vida delicuescente, para comenzar a vivirla.

A pesar del humo que nos devuelve la envidia de la chimenea atascada, no hueles a leña sino a fango de olivas negras, le confieso, mientras acerco mis labios al pliegue de tu ingle.

¿Y somos felices?, me pregunta, y me quedo mirando sus palabras como si fueran el bocadillo de un comic.

No respondo, porque no sé si aún estoy soñando.

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[Imagen obtenida de Google]



jueves, 22 de septiembre de 2011

ORFANDAD


Sus padres biológicos murieron en un accidente de tráfico mientras él estaba en clase de equitación. Un fallo en los frenos del coche les impulsó al precipicio, camino de su casa en la montaña. Tenía doce años y a nadie más en el mundo.

Cuando, seis años después, la policía llegó para anunciarle que sus padres adoptivos habían muerto en el naufragio de su yate en el Mediterráneo, él estaba en el examen de selectividad de septiembre. Se había despedido de ellos dos días antes, dejándoles en la isla y prometiéndoles que volvería con un aprobado.

­«No puedo olvidar que he de deshacerme de todos los manuales de mecánica en cuanto llegue a casa» pensó 
–sin un pellizco de compunción–, bajo el calor metálico de la meseta, mientras calculaba –grosso modo- el monto total de esta segunda herencia, que le permitiría vivir sin trabajar el resto de su vida.


Imagen obtenida de Google 

jueves, 15 de septiembre de 2011

No te duermas, por favor.







No cayó en la tentación suicida que provocaba el abismo de su escote, ni se embobó con la elipse que trazaban sus caderas al andar. Tampoco fue por su olor, mezcla de ron y menta, ni por el perfume de su éxito, ni por las caricias de su voz con textura de mousse de mango. Porque a pesar de todo, había demasiado en ella que a él no le gustaba.

No le enamoró su simpatía -porque nunca había conocido a una mujer tan adusta-, ni su humildad -dado que exudaba arrogancia en cada gesto-. Tampoco pudo seducirle su cultura, ya que ella odiaba leer, despreciaba el arte y sólo disfrutaba de la música enlatada de los garitos a los que era adicta. De hecho, podría decirse que no la soportaba.

Pero un día ella le miró a los ojos y él se sometió, preso de su mirada esplendente. Enredado en tal enamoramiento abstruso, entregó su dignidad y sus principios y acabó pidiéndole que se casara con él. A pesar del tiempo transcurrido desde aquella tarde, sólo sus ojos le hacen olvidar todo lo que detesta en ella.

Lo que no ha podido superar aún es que, cuando se despierta por las noches y la ve durmiendo a su lado, es incapaz de disimular la náusea que le provoca el desprecio que siente por ambos.

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Imagen obtenida de Google -Serigrafía - Mujer dormida  de Pablo Picasso


jueves, 8 de septiembre de 2011

POST-IT®




Superada la tormenta de la crisis de los siete años, acabamos encallando en la de los quince. Abatidos, decidimos recurrir a la Terapia de Pareja. Allí descubrimos que nuestra única alternativa era dar rienda suelta a nuestras fantasías eróticas. Cómo negar que esta solución reveló, más en ella que en mí, una imaginación ubérrima que supuso el comienzo de nuestro juego de amantes recientes.

Como quince años de matrimonio no habían sido suficientes para atrevernos a arrostrar nuestras vergüenzas, acordamos confesarnos nuestros deseos en notas.

En su primer Post-it® –estándar, cuadrado, amarillo- ella me decía que siempre había querido hacerlo en un parking a la hora en la que casi no se encuentran plazas libres. En el siguiente –cuadrado y azul neón suave- me hablaba de los probadores de Zara en rebajas. Después vino el redondo y rosa en el que me incitaba a buscarla en el vestuario del gimnasio. En uno naranja, con forma de flor, me citó en el salón de actos del colegio de los niños. En el rojo, con diseño de labios de mujer, escribió que desde que habían estrenado el ascensor panorámico que subía al mirador, no había pensado en otra cosa. La noche que lo probamos, al bajar, colé dos paréntesis en el letrero exterior con mi edding 500: ASCENSOR PUB(L)ICO.

Yo sólo usé un Post-it® -76 x 127, verde neón intenso- para contarle que mi única fantasía era que incluyéramos a otra mujer en nuestro juego. Así fue como se coló M. en nuestras vidas. Lo que nunca le conté fue que la cama y las destrezas de M. habían sido mi refugio desde nuestros primeros desencuentros, ocho años atrás.

El terapeuta tenía razón. Remontamos la crisis y todo fue perfecto hasta hoy, en que he llegado a casa y me he encontrado con un Post-it® fucsia, con diseño de flecha, señalando la puerta. Dejó escrito que se ha enamorado locamente de M. y se ha fugado con ella.

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[Imagen obtenida de Google]
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domingo, 4 de septiembre de 2011

AFORISMO DIFUSO






Querer escribir sin querer leer es como querer __________ sin querer__________.

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Imagen Obtenida de Google

Inspirado en el titular de la entrevista al escritor GARY SHTEYNGART publicada en BABELIA que puede leerse aquí.