martes, 12 de febrero de 2013

ETERNIDAD






A Félix Terrones.
[Todos]



Despiertas y no sabes –nunca sabes– qué vida habrás de vivir hoy. Mientras bostezas intentas recordar el día de ayer, pero el esfuerzo ­–como siempre– es en vano. Sólo cuando te enfrentas al espejo del baño sabes que esta mañana te toca volver al colegio. No será un mal día si tienes clase de francés con Madame Polizzi. Lo único que no soportas de esta vida es tener que actuar como un preadolescente rebelde y reivindicativo; pero intentas compensarlo destilando simpatía.

«Podría haber sido peor» murmuras, mientras te cepillas los dientes intentando no aflojar la ortodoncia, «odio esa puta funeraria con sus muertos tan muertos» Ignoras cuando tendrás que volver, y sólo esperas que te haya tocado ayer. Detestas que el gringo se aproveche de ti y te obligue a consolar a todas las viudas mexicanas para que –en tu español limeño– las convenzas de lo necesario que es el ataúd más caro, cuando has dejado atrás Tijuana y vives en San Diego. De todas tus vidas esta es la más amarga. Porque sí, aceptas que vivir en Kiev es un asco –prefieres Tours, claro– pero tratar con estrellas del porno –después de todo– es mucho mejor que maquillar a un fiambre. «Fé-lix el por-nó-gra-fo» silabeas, y te alivia saber que no tienes por qué confesárselo a nadie. Eso sí, imploras –si algún día la mafia de la industria decide deshacerse de ti a su estilo– que el frío del Mar Muerto te encuentre cortando el pelo en México. Allí, al menos, con intermitencia, disfrutas. Peluquero de la alta sociedad, con reconocimiento social, saboreas un cierto éxito que acaricia tu vanidad. Eso y que te estremece saber que te cobijan las sombras de los mismos árboles que cobijaron a Monterroso y a Bolaño. Pero de tus vidas alternativas, la única que gozas es la de hispano ilegal, underground y graffitero en los States. Lo pasas mal, es cierto, a veces, incluso, estás todo el día sin poder comer, pero cómo te regocijas cuando ves un vagón de metro pintado con tu “AMÉRICA HAS AN ACCENT” en letras blancas y acento rojo.

«Estás jodido, Félix. Los pactos con el puto diablo no admiten desistimientos» te reprochas, antes de salir del baño a darle un beso a tu madre de hoy. Eso deberías haberlo supuesto aquella tarde de sol, en Punta de Bombón y hoy estarías viviendo tu vida en Tours, disfrutando de tu familia cada día y no uno de cada tantos, ignorando qué alma te sustituye cuando no estás. Pero no, sonreíste con complacencia casi lasciva cuando aquel desconocido de gesto céreo, aliento sulfuroso y voz pulmonar te preguntó a qué estarías dispuesto si él te garantizaba que, después de morir, podrías sentarte en aquella terraza de Arequipa y –con una Cusqueña al polo en la mano– disfrutar de buena literatura por lo que te quedara de eternidad.


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[Ilustración de Entidades En Tintades]
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