Llovía
y las gotas golpeaban con ritmo silente el cristal de la ventana. Aquí siempre
llueve, siempre igual. Mientras esperaba a Julia, sentado en la cocina, pensé
en que quizás fuera esta lluvia –que dura de octubre a octubre– la que hizo
florecer nuestra amargura. La esperaba porque debíamos hablar; necesitaba
decirle que no podía más, que lo mejor –para los dos– sería separarnos y que
esta vez no habría una nueva oportunidad. Sé que el final llegó mucho antes de
que me atreviera a confesárselo, antes de darme cuenta de que aquí las nubes
nos acarician los hombros. Durante demasiado tiempo le eché la culpa a la
grisura que nos envuelve, al ruido del frío que nos rodea, porque me costaba
aceptar que fuésemos ella y yo los únicos responsables de nuestros orgasmos
tórpidos, de nuestras calmas con púas, de nuestros silencios desportillados, de
nuestras caricias inanes. Pero ya no podía recordar por qué seguía a su lado.
Demasiados años sintiendo, siempre, que algo me faltaba. Confesándoselo y
notando que ella lo oía como quién oye llover. Había decidido marcharme esa
noche. Prefería estar solo a soportar la tristeza que me calaba a su lado, pero
temí que la verdad se me atragantara como granizo en la garganta. No quise
herirla y le mentí. «Estoy enamorado de otra» le dije.
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Este microrrelato fue el que llevé -tuneado como un puzzle- a la III Megaquedada Microrrelatista, que se celebró en Madrid el pasado 18 de mayo y que -por esas cosas del azar- se marchó para Andalucía en poder de Mercedes Daza.
Yo tuve la fortuna de traerme "BREVEDAD" de Miguelángel Flores. Una pieza que es una joya por su tuneado -caja incluida-, por su calidad literaria, pero -sobre todo- por el mensaje que encierra y que tengo el placer de hacerlo mío cada día. Os invito a que lo leáis y veáis en el blog de la Megaquedada.
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[Imagen de base obtenida de Google - Foto del micro tuneado de Mercedes Daza]