lunes, 7 de octubre de 2013

CERTIDUMBRES






Si los mayores están con ella, mamá no deja de llorar; dice que ve a Pablito por toda la casa, mirándola con cara de reproche por no haberlo sacado del agua. Ni papá, ni la abuela, ni la tía consiguen que se tranquilice. Pero cuando estamos solos ella y yo, mamá no llora. Me dice que el accidente de la piscina fue la forma que eligió Dios para que Pablito le hiciera compañía al abuelo, porque eran muy parecidos. Me acaricia y me pide que no esté triste, me promete que ellos están en el cielo, juntos, esperándonos. Yo le digo que vale, pero sé que no es verdad. Lo sé porque me lo ha contado Pablito. Me ha dicho que el cielo no existe, que no hay Dios –ni nada parecido–, que al abuelo no lo ha visto –todavía– y que si mira así a mamá cuando viene es porque está enfadado con ella. Me contó que ella lo sujetó debajo del agua, en vez de ayudarlo a salir. Está convencido de que lo hizo porque él no era guapo, rubio y obediente ­–como soy yo y como a Mamá le gusta– y yo a Pablito, le creo.

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[Imagen obtenida de Google]