martes, 25 de septiembre de 2012

El ABRIGO




Lo veo cada mañana, de camino al Banco. «Buenos días» le digo siempre que paso a su lado, pero él ni siquiera desvía la atención del libro que suele tener entre sus manos. Nunca me contesta y sin embargo yo no puedo dejar de pensar en él hasta que llego a mi despacho y cuelgo el abrigo en el perchero. A partir de ese momento lo olvido hasta la mañana siguiente porque jamás lo veo al volver.


Lo conozco desde que me nombraron director de la sucursal y he de cruzar la plaza al ir a la oficina. En el bar comentan que aunque nadie le ha visto dormir allí, sí lo ven rondando por la zona de la fuente a todas horas, murmurando frases sueltas al vacío. Los mayores cuentan que apareció un día, poco después del incendio de la iglesia y que, a pesar de su aspecto, es inofensivo. Aunque jamás le vemos con una botella, Marcos —mi interventor— especula con que será una víctima más del alcohol o del caballo. Marta —la cajera— apuesta porque es otro damnificado de los desahucios. Los niños del barrio, ávidos de miedos, atribuyen su actitud huraña y su voz pulmonar, gastada, a que sólo habla con los muertos y por eso no se acercan a él. Nadie sabe su nombre. 

Hoy volvía del trabajo más temprano que de costumbre. Sufrimos un atraco después de la entrega del furgón y a pesar de que debería haber permanecido allí -para atender a la policía y la prensa y redactar los informes a nuestra central- me marché sin decir nada. Me alejé dejando el ordenador encendido y el abrigo en el perchero, a Marcos hiperventilando y a Marta presa de un ataque de llanto, a los policías gritando por sus radios y a la ambulancia mal aparcada encima de la acera con las luces aún encendidas. 

Lo vi a lo lejos, en el mismo banco en el que estaba leyendo a las ocho menos diez. Al acercarme, el frío me llevó a subir el cuello de mi chaqueta y a meter las manos en los bolsillos del pantalón. Cuando llegué a su lado esta vez sí alzó la vista y me miró, componiendo una media sonrisa ensombrecida por sus dientes pardos. «¡Mierda de vida, Manuel! ¡Qué pena de abrigo! A saber a quién se lo regalará ahora tu viuda» le oí decir cuando ya lo había dejado a mis espaldas.

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[Imagen obtenida de Google]



miércoles, 12 de septiembre de 2012

CONSUNCIÓN





Tu primer aniversario de boda te atropella un viernes, trabajando a cuatrocientos kilómetros de tu casa; pero lo arreglas para llegar allí a mediodía y sorprenderla. En la floristería del barrio compras una rosa roja porque es todo lo que puedes permitirte. 

Piensas que es mejor tocar el timbre en lugar de usar las llaves. Lo haces y esperas. Cuando ella abre la puerta y su cuerpo se siluetea al contraluz, extiendes la rosa abúlica envuelta en tu mejor sonrisa. Entonces oyes su voz, teñida de un hastío inaprensible, preguntándote. «¿Pero tú, qué haces aquí?» En ese instante te das cuenta de que te has casado con la mujer equivocada. 

Doce años y tres hijos después, decides que es hora de divorciarte.




[Imagen obtenida en Google]

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martes, 4 de septiembre de 2012

FRUSTRACIÓN en la INTERNACIONAL MICROCUENTISTA




En la mañana de hoy, el Comité Editorial de la INTERNACIONAL MICROCUENTISTA me ha hecho el regalo de publicar mi microrrelato FRUSTRACIÓN.

Si tenemos en cuenta quiénes conforman este Comité Editorial, demás está explicar cuán grande es el honor que significa para mí que hayan elegido una de mis piezas. Desde aquí, les hago llegar mi agradecimiento; me siento sinceramente halagado.

Si estáis aquí y no conocéis la Inter es que algo ha ido mal en vuestro transitar por el género, porque estamos hablando de una de las -por no usar el singular- revistas de referencia; una parada imprescindible en el circuito de lecturas de las blogsfera.

Os invito a que os acerquéis a la I.M. a navegar por todas sus secciones, a descargaros literatura gratis de la Biblioteca Mínima y -vanidad obliga- a leer mi microrrelato abriendo esta puerta.


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