miércoles, 21 de diciembre de 2011

Desliz del supernumerario en Chueca.




Cuando despertó, el travesti todavía estaba allí.

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Un tributo a El Dinosaurio, en recuerdo de Don Augusto Monterroso, latinoamericano universal, en el nonagésimo aniversario de su nacimiento.





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[Imagenes obtenidas de Google]

miércoles, 7 de diciembre de 2011

INIMPUTABLE



 
Ahora están esperando al juez de guardia. Desde que descubrieron el cuerpo colgando del nogal el padre no ha abierto la boca, mientras que la madre no ha dejado de llorar. La mujer policía intenta consolarla abrazándola, pero ella no deja de gimotear con un constante «¡Por qué, por qué, si sólo tenía ocho años!». El otro policía, el viejo, mira al suelo y da vueltas en círculos mientras habla por teléfono en voz muy baja. Los de la ambulancia ni siquiera se han acercado.


Supongo que no tardarán en comenzar con la investigación. Preguntas y más preguntas que les ayuden a esclarecer lo sucedido y decantarse por suicidio o asesinato. Lo mirarán todo. Preguntarán por sus actividades, sus amigos, el colegio, el resto de la familia, el círculo de relaciones de sus padres. Nos pondrán a todos bajo sospecha.


Dudo que descubran que el que le empujó a hacerlo fui yo. Me harté de ser yo siempre el malo y él el bueno, yo el indio y él el vaquero, yo el villano y él el héroe. Me cansé de que me culpara de todo lo que él hacía mal. Y cuando se lo dije me contestó que no le importaba. Que buscaría otros amigos más divertidos que yo. Que si no quería, que no jugara más con él, que le daba igual. Y si hay algo que detesto es que me desprecien. Así que poco a poco le fui convenciendo de que nadie le quería, que no significaba nada para nadie, que sólo era un estorbo en la felicidad de los demás, que lo mejor que podía hacer era desaparecer. Cada día estaba más convencido, pero suicidarse le daba mucho miedo. Hasta ayer, que recibí una ayuda no esperada. Su papá se olvidó de que era su cumpleaños.


Pensándolo bien, supongo que tardarán mucho en llegar hasta mí. Pero aunque lo hagan, no me importa. No podrán hacerme nada. Yo sólo era su amigo imaginario.

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[Imagen obtenida de Google]

jueves, 1 de diciembre de 2011

MICROINVITADO en Diario de Incontinencia





Aunque un poco tarde, os cuento que hoy tengo el honor de haber sido invitado a la bitácora Diario de Incontinencia, del escritor Adivín Serafín, para disfrutar del espacio de MICROINVITADOS junto a la autora Anita Dinamita.

Como Adivín nos hace sentir en su casa como si fuese nuestra, os animo a que paséis por allí, para así poder disfrutar tanto del excelente micro de Anita como de los textos formidables de nuestro anfitrión.

Yo me he presentado con mi micro DEVOCIÓN, por el que tengo una debilidad manifiesta.

Para llegar hasta el rincón correcto de la casa de Adivín, solo tenéis que pinchar aquí.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

DESPERFECTOS

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Al Profesor Paredes
Por las alegrías de la juventud.


 
Hacía meses que la nevera funcionaba con una intermitencia descontrolada. Tan pronto cubría las hojas de las lechugas de una escarcha densa con olor a chorizo, como parecía haberse puesto clueca y dispuesta a incubar los huevos que reposaban en la puerta.  
 
Él, hombre previsor, metódico, sumido en una ataraxia inmutable y sin conocimientos de mecánica doméstica, bricolaje, electricidad o generación de frío, se desesperaba frente a la bipolaridad del aparato.

Ella, tan joven como despreocupada, espontánea y hermosa, ni siquiera había reparado en que algo no funcionaba bien. Toda su atención estaba concentrada en su alumno de la clase de Literatura de segundo de bachillerato. Aquel que –en arrebato temerario– le había confesado que ella era la mujer con la que siempre –un siempre de diecisiete años­– había soñado. Ella hubiese preferido poder resistirse a su mirada de cómo me habré atrevido, pero lo cierto es que encalló en aquellos labios que instintivamente, como esponjas, sabían deslizarse por su cuerpo y encontrar el rincón de cada pliegue que la hacía estremecer.

Él, mientras tanto, dividía sus desvelos entre la patología de la nevera y la indiferencia de su mujer, que llegaba a casa cada día más tarde y con la intención única de revivir en duermevela sus días y no atender, ni aún despierta, a sus noches. Si bien él siempre consideró que la mejor forma de deshacerse de un problema es dejar que se diluya por sí mismo, transcurrido un tiempo que consideró más que suficiente, asumió que no podía seguir conviviendo con miedo a la salmonelosis y al desamor.

Cuando aquella noche sacó la tercera cerveza caliente de la nevera, supo que había llegado a su límite. Con decisión apartó el plato en donde aún humeaba su cena, tomó el block de la lista de la compra —que se sujetaba con un imán a la puerta del aparato enfermo— y se dispuso a redactar.

«¿Que escribes?» preguntó ella.

«Un anuncio clasificado» respondió él.

«¿Un anuncio clasificado? ¿Compramos o vendemos?» le interrogó sorprendida.

«Permuto» dijo él y leyó «Cambio mujer infiel por nevera que funcione»
 
 
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[Imagen obtenida de Google]
 
 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

APETENCIA






La especulación en Bolsa me permitió convertirme en un millonario anónimo hace diez años, antes de cumplir los treinta, y así poder vivir de acuerdo con mis deseos y aspiraciones. La educación en el Liceo Francés me dotó de una cultura sólida y la posibilidad de hablar tres idiomas sin que pueda distinguirse mi origen. La afición gastronómica de mi abuelo materno me subsumió en los placeres del sibaritismo. Mi encanto, sin embargo, no es adquirido, ni retocado, sino puramente natural; heredado de mi abuela paterna. He de reconocer, no obstante, que la traza de infortunio inopinado que parece acompañarme es artificial, calculada, entrenada con el único fin de utilizarla como golpe de gracia en el juego de la seducción. No he encontrado a la mujer que se resista a proteger a un ángel soñado en momentos de desdicha. Como resumen considero imprescindible subrayar que cada uno de éstos es un hecho comprobable y no opiniones vertidas por causa de una egolatría hipertrofiada.

En lo que a las mujeres respecta mi hedonismo me lleva a elegirlas en el mejor momento de sus vidas; cuando ya han cumplido los veinticinco pero no han llegado aún a los treinta y lucen una talla treinta y ocho por obra de la genética. Presto especial atención a la naturalidad. Detesto los retoques estéticos y descarto en diez segundos a las portadoras de prótesis por hermosas o apetecibles que puedan ser ellas.

Ser rico, atractivo y culto convierte a la conquista en una apuesta tan sencilla que hace de este punto del proceso la circunstancia que menos regocijo me genera. El goce llega en el momento en que se convencen de que las amo por lo que son y no por como lucen. Los estándares de la belleza exterior son tan exigentes y la cotización de la interior está tan sobrevalorada que todas –sin excepción- caen al primer empujón y se dejan ir. A partir de ese instante mi sibaritismo culinario me ayuda a llevarlas, poco a poco, de su venerada talla treinta y ocho al punto exacto donde a mí me gusta tenerlas, ceñidas en una cuarenta y dos. Hasta hoy no he conocido a ninguna dama capaz de resistirse a la tentación de la gula enamorada.

El proceso de transformación no ocupa más de nueve meses. La noche en que por primera vez se reconocen incapaces de deslizarse en la talla cuarenta del vestido de seda que les regalo, y asumen que han de transitar la brecha que nunca desearon para disimularse en una cuarenta y dos, principia la fase final.

Es entonces, y sólo entonces, cuando decido cómo habrán de morir y que recetas de mi colección utilizaré para saborearlas como se merecen.


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[Imagen obtenida de Google]

martes, 8 de noviembre de 2011

APRENDIZAJE






Al Viejo N.
Por todo lo que me enseñaste
y lo poco que aprendí.


—Abuelo —le distrae mi voz, adolescente, arrebujada en nervios—. ¿Cómo puedo saber si tengo alguna posibilidad con ella?

Es entonces cuando aleja su atención de la madera que talla con la navaja y me sonríe amusgando sus ojos, que son como dos caramelos de menta. Finge pensar, esperando que el humo que trepa desde el cigarrillo sometido con firmeza en el pliegue de sus labios se cuele entre los dos.

Escondido tras esa nube dulce me contesta.

—Si la puedes hacer reír, la puedes hacer gemir.

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[Imagen obtenida de Google]

 

martes, 25 de octubre de 2011

Anuencia lacerante

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Sospeché que Marta me engañaba con otro la tarde en que le pedí su teléfono móvil y, con voz nerviosa, me preguntó para qué lo quería. A partir de entonces, encontré siempre activada la contraseña de acceso a los mensajes y la lista de llamadas realizadas y recibidas vacía.

No tardé en descubrir quién era él, ni en imaginar cómo habría comenzado todo. Acababan de destinarle, desde su sede central, a la delegación en la que trabajaba Marta. Era un tipo atractivo, seductor y estaba solo en la ciudad.

Tampoco me llevó mucho tiempo conseguir que nos hiciéramos amigos. Siempre he sido afable, buen conversador, simpático y resultó sencillo abrirle la puerta a Marta para que lo introdujera en nuestro círculo de amistades.

Durante ese período, en el que Marta buscaba excusas nuevas con las que ausentarse, heredé la casa en la playa y me amparé en la necesidad de reformarla para pasar allí tres fines de semana de cada cuatro. Seis meses después, había cambiado techos y suelos, reformado la cocina y los baños, instalado las chimeneas de gas en las habitaciones y el salón y pintado o empapelado toda la casa. El tiempo invertido en la supervisión de la obra fue un regalo que les hice para que consolidaran los conocimientos de sus vicios mutuos. Y doy fe de que lo aprovecharon.

Según el plan inicial que le conté a Marta, para la cena de ayer seríamos seis, si bien al final sólo estábamos nosotros tres. Les expliqué que Lola, Paco y Lucía no se habían atrevido a hacer los ochenta kilómetros desde la ciudad en una noche tan fría y tormentosa. «Así que cenaremos nosotros tres solos» les dije, mientras volcaba el vino en el decantador, percibiendo el cruce furtivo de sus miradas.

Me resultó fácil generar una llamada de la central de alarmas de mi empresa (sólo tuve que soltar una rata en la oficina) y así poder excusarme, justo antes de los postres, diciendo que no podía dejar de atenderla. Que tendría que volver a la ciudad y ver que todo estuviera en orden. Que a pesar del clima, no me llevaría más de dos horas ir y volver. Que me esperaran con las copas servidas.

Me resultó tan fácil como manipular la llave del gas de la chimenea de la habitación principal de la primera planta y el interruptor de la luz, para que produjese la chispa necesaria.

Lo que nunca imaginé fueron sus prisas.

Lo que nunca pensé fue que llegase a ver la explosión por el retrovisor del coche, mientras trazaba la segunda curva de la carretera, camino de la ciudad.


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[Imagen obtenida de Google]

lunes, 24 de octubre de 2011

Microrrelatos al por mayor





Hoy tengo la satisfacción inmensa de ver mi microrrelato FAMILIA publicado en el blog Microrrelatos al por mayor de nuestra querida Luisa Hurtado González, en su ciclo de temática ecologista.

Por si ello fuera poco, está acompañado por unas magníficas ilustraciones de  Juanlu/Luiyi.

Podéis llegar hasta allí siguiendo este enlace.

Asimismo, si queréis ver más ilustraciones de Juanlu, no tenéis más que pinchar aquí.

Os puedo garantizar que es un viaje que vale la pena.

Me gustaría hacerle llegar a ambos el mayor de mis agradecimientos. No podría estar ni en mejor casa, ni mejor acompañado.

Gracias, Luisa. Gracias Juanlu.


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viernes, 21 de octubre de 2011

AL OTRO LADO DEL ESPEJO






Me complace contaros que en el día de hoy, la revista digital aL OTRO LADO DEL ESPEJO publica mi microrrelato Post-it®.


Desde aquí quiero agradecer al Comité Editorial de la revista la publicación e invitaros a pasar por allí y dejar vuestros comentarios.

Podéis hacerlo pinchando exactamente aquí.


domingo, 9 de octubre de 2011

Legado







La bisabuela de su abuela llegó al noroeste de La Española huyendo de un Auto de Fe. Su condición de polizón y de bruja perseguida le empujó al noroeste de la isla, en cuyos bosques se instaló y acabó añadiendo a sus conocimientos los secretos del vudú. Por las profecías que dejó escritas, y que llegaron a sus manos a través de las generaciones y las distintas migraciones de su familia, sabía que aquel de sus descendientes que la venerase sería afortunado y feliz, siempre que cumpliera con los preceptos y no olvidara las advertencias —algunas crípticas, otras demasiado obvias— que acompañaban los textos proféticos.

Cuando su madre vio la pasión pueril con la que él se entregaba a descifrar los manuscritos que contenían aquel centenar de folios de lino, que le entregó envueltos en una seda negra pespunteada con hilos dorados el día de su decimotercer cumpleaños, se rió de él y le dijo que ella podría resumirle los miles de palabras ininteligibles de la vieja en dos frases: «En este mundo se hacen y en este mundo se pagan» era la primera. La otra era igual de fácil y casi idéntica en su fondo: «Quien a hierro mata, a hierro muere». También le dijo que la única advertencia que siempre había cumplido era la que contenía la hoja rasgada justo en el centro: «Si la noche te envuelve en un cementerio con deudas en tu conciencia, no saldrás de allí»

El paso del tiempo le transformó en un hombre abocetado por la codicia y la atonía moral. La primera vez que fue consciente de la envidia que los demás le generaban fue cuando se preguntó por qué no gozaría él de la presciencia que iluminó a aquella vieja bruja que, «al fin y al cabo, no había sabido utilizarla para enriquecerse». Al concentrar todo el esfuerzo en su ascensión al éxito, olvidó los manuscritos, que tanto le habían obsesionado, en el fondo del cajón de los álbumes fotográficos que acumulaban telarañas en el trastero. En todo el tiempo que les había dedicado, no había obtenido nada de ellos.

Aquel atardecer temprano de un diciembre frío y despejado, en el entierro del Consejero Delegado de la empresa, pudo sentir las miradas subrepticias de admiración que acariciaban su espalda. En pocas horas él sería el elegido para ocupar la plaza del consejo que había quedado vacante. Debía exteriorizar menos tribulación que fuerza de ánimo, pero la suficiente aflicción como para parecer dolido por la pérdida. Recibió pésames sinceros y abrazos carentes de sentimientos junto a la familia, y cuando ya todos se marchaban, insistió en que necesitaba quedarse allí para despedirse, «no de mi mentor, sino de mi padre profesional»

Una vez en soledad, se giró para apreciar la calidad del mármol del panteón familiar del difunto. Después de repasar el detalle con que estaban esculpidas las alas de los dos ángeles taciturnos que guardaban la entrada, alzó la vista y notó que anochecía. Un cielo turbio, como del color de la sangre sucia parecía descansar en las copas de los cipreses. Treinta y cinco años después recordó la única advertencia de la abuela bruja que su madre siempre había cumplido.

«No tengo nada que temer» masculló, en tanto buscaba el camino para salir de allí.

«Sí tienes», dijo una voz que sólo él pudo oír.

[Imagen obtenida de Google] 
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miércoles, 28 de septiembre de 2011

SUEÑO






En mi última ofensiva para seducirla, le cuento que sueño con ella.

Que en mi sueño su matrimonio ha dejado de ser un escollo, porque ya nada nos importa. Que estamos desnudos, tumbados en la alfombra de Aubusson que acoge su cuerpo con lascivia. Nos ilumina el fuego de la chimenea, le digo, y sólo pienso en aprovechar mi lengua para robarte el rocío de sudor que cubre tu palidez urbana.

No me miras, susurro, me envuelves con la mirada y –casi sin querer- me atrevo a sumar promesas a mi historia, más saturada de decepciones que de esperanzas. Esos ojos del color del agua turbia que siempre han conseguido entorpecer mi pensamiento me hacen creer que he dejado de contemplar mi vida delicuescente, para comenzar a vivirla.

A pesar del humo que nos devuelve la envidia de la chimenea atascada, no hueles a leña sino a fango de olivas negras, le confieso, mientras acerco mis labios al pliegue de tu ingle.

¿Y somos felices?, me pregunta, y me quedo mirando sus palabras como si fueran el bocadillo de un comic.

No respondo, porque no sé si aún estoy soñando.

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[Imagen obtenida de Google]



jueves, 22 de septiembre de 2011

ORFANDAD


Sus padres biológicos murieron en un accidente de tráfico mientras él estaba en clase de equitación. Un fallo en los frenos del coche les impulsó al precipicio, camino de su casa en la montaña. Tenía doce años y a nadie más en el mundo.

Cuando, seis años después, la policía llegó para anunciarle que sus padres adoptivos habían muerto en el naufragio de su yate en el Mediterráneo, él estaba en el examen de selectividad de septiembre. Se había despedido de ellos dos días antes, dejándoles en la isla y prometiéndoles que volvería con un aprobado.

­«No puedo olvidar que he de deshacerme de todos los manuales de mecánica en cuanto llegue a casa» pensó 
–sin un pellizco de compunción–, bajo el calor metálico de la meseta, mientras calculaba –grosso modo- el monto total de esta segunda herencia, que le permitiría vivir sin trabajar el resto de su vida.


Imagen obtenida de Google 

jueves, 15 de septiembre de 2011

No te duermas, por favor.







No cayó en la tentación suicida que provocaba el abismo de su escote, ni se embobó con la elipse que trazaban sus caderas al andar. Tampoco fue por su olor, mezcla de ron y menta, ni por el perfume de su éxito, ni por las caricias de su voz con textura de mousse de mango. Porque a pesar de todo, había demasiado en ella que a él no le gustaba.

No le enamoró su simpatía -porque nunca había conocido a una mujer tan adusta-, ni su humildad -dado que exudaba arrogancia en cada gesto-. Tampoco pudo seducirle su cultura, ya que ella odiaba leer, despreciaba el arte y sólo disfrutaba de la música enlatada de los garitos a los que era adicta. De hecho, podría decirse que no la soportaba.

Pero un día ella le miró a los ojos y él se sometió, preso de su mirada esplendente. Enredado en tal enamoramiento abstruso, entregó su dignidad y sus principios y acabó pidiéndole que se casara con él. A pesar del tiempo transcurrido desde aquella tarde, sólo sus ojos le hacen olvidar todo lo que detesta en ella.

Lo que no ha podido superar aún es que, cuando se despierta por las noches y la ve durmiendo a su lado, es incapaz de disimular la náusea que le provoca el desprecio que siente por ambos.

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Imagen obtenida de Google -Serigrafía - Mujer dormida  de Pablo Picasso


jueves, 8 de septiembre de 2011

POST-IT®




Superada la tormenta de la crisis de los siete años, acabamos encallando en la de los quince. Abatidos, decidimos recurrir a la Terapia de Pareja. Allí descubrimos que nuestra única alternativa era dar rienda suelta a nuestras fantasías eróticas. Cómo negar que esta solución reveló, más en ella que en mí, una imaginación ubérrima que supuso el comienzo de nuestro juego de amantes recientes.

Como quince años de matrimonio no habían sido suficientes para atrevernos a arrostrar nuestras vergüenzas, acordamos confesarnos nuestros deseos en notas.

En su primer Post-it® –estándar, cuadrado, amarillo- ella me decía que siempre había querido hacerlo en un parking a la hora en la que casi no se encuentran plazas libres. En el siguiente –cuadrado y azul neón suave- me hablaba de los probadores de Zara en rebajas. Después vino el redondo y rosa en el que me incitaba a buscarla en el vestuario del gimnasio. En uno naranja, con forma de flor, me citó en el salón de actos del colegio de los niños. En el rojo, con diseño de labios de mujer, escribió que desde que habían estrenado el ascensor panorámico que subía al mirador, no había pensado en otra cosa. La noche que lo probamos, al bajar, colé dos paréntesis en el letrero exterior con mi edding 500: ASCENSOR PUB(L)ICO.

Yo sólo usé un Post-it® -76 x 127, verde neón intenso- para contarle que mi única fantasía era que incluyéramos a otra mujer en nuestro juego. Así fue como se coló M. en nuestras vidas. Lo que nunca le conté fue que la cama y las destrezas de M. habían sido mi refugio desde nuestros primeros desencuentros, ocho años atrás.

El terapeuta tenía razón. Remontamos la crisis y todo fue perfecto hasta hoy, en que he llegado a casa y me he encontrado con un Post-it® fucsia, con diseño de flecha, señalando la puerta. Dejó escrito que se ha enamorado locamente de M. y se ha fugado con ella.

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[Imagen obtenida de Google]
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domingo, 4 de septiembre de 2011

AFORISMO DIFUSO






Querer escribir sin querer leer es como querer __________ sin querer__________.

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Imagen Obtenida de Google

Inspirado en el titular de la entrevista al escritor GARY SHTEYNGART publicada en BABELIA que puede leerse aquí.

 

lunes, 29 de agosto de 2011

¿Rungu?





Bien sabes que no me gusta que hayas cambiado la tela de los sofás, que aborrezco el color salmón. ¿Y la lámpara que trajimos de Kenia, dónde está? ¿Eh? ¿Dónde coño está la lámpara? Y las alfombras. ¿Cuándo compraste estas alfombras de mierda? ¿Y las que teníamos, dónde las pusiste? ¿Por qué sacaste la piel de cebra de debajo de mi butaca de leer? ¿Ya no combinaba?

Pero lo peor es lo que me has hecho con los libros ¿Por qué no los habrás dejado como estaban, por género y autor, en vez de ordenarlos por el color del lomo? ¿A quién se le ocurre? Bien sabes que odio que me toquen los libros, que no soporto que uno solo esté fuera de su sitio. Que el orden es: género y autor por orden alfabético. No hay otro orden posible, pero no te enteras.

Sí, ya sé que nos divorciamos hace más de un año, pero hasta hoy no había podido ver todo este despropósito. No me dejaste volver a entrar. ¿Recuerdas? Mil excusas para mantenerme alejado. Ahora ya veo por qué.

A mí me da igual lo que diga la sentencia. Me importa una mierda la opinión del juez, del fiscal y de tu abogadito repeinado y metrosexual. Ya me dirás como le pagaste a ese para que me jodiera así. ¿Te lo tiraste? ¿O sigues yendo dos veces por semana para arrodillarte en su despacho?

¡Joder! Mira que bien podrías haber dejado todo tal como estaba, tal como lo habíamos puesto tú y yo. Pero no, tenía que ser como quería la señora, que ahora es la dueña de todo.

¡Es que no puedes ser más estúpida! Si te hubieses quedado quieta, nos habríamos ahorrado todo esto y ahora no tendría que ponerme a lavar la mierda esta de los Masai; ¿Cómo se llamaba, Rungu?

Lo que más me jode, es que no sé cómo le voy a quitar las salpicaduras de tu sangre a las novelas de Faulkner.


[Imagen obtenida de Google - RUNGU - Arma tradicional de varias tribus de Africa oriental] 

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lunes, 22 de agosto de 2011

EFEMÉRIDE




Hoy celebró el vigésimo aniversario de su incorporación a la empresa. Le corresponden, por ello, dos pagas extraordinarias y una insignia de plata que le entregarán los jefes, en cuanto dispongan de un hueco en su agenda para invitarle a una comida informal.
Ciñéndose a la tradición establecida, al final de la jornada invitó a sus compañeros de la oficina con pasteles y el mejor cava que logró encontrar en el supermercado del barrio.
Aunque el brindis se prolongó más de lo habitual, no se distrajo de su rutina diaria y antes de marcharse, como cada tarde, añadió una nueva razón a la carta de dimisión que, con incuria poética,  escribe desde hace diecinueve años y trescientos sesenta y cuatro días.

[Imagen obtenida de Google - Hombre escribiendo en un bar de Miguel Ruibal]
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viernes, 12 de agosto de 2011

ASEDIO ÁGRAFO






02/04/11
Primero nos robaron los libros y las revistas. Luego se hicieron con todos los documentos impresos. Más tarde destruyeron la Red e infectaron los ordenadores y los teléfonos móviles. Secuestraron las viejas máquinas de escribir, los faxes, las fotocopiadoras y quemaron las imprentas. No se detuvieron hasta hacer desaparecer las plumas, los bolígrafos, los rotuladores, los lápices, las ceras y  las tizas.
05/06/11
Resistíamos.
Insatisfechos, lanzaron su ______ final y las palabras _________ a desaparecer __ los ______.
11/08/11
C_mo n_ nos r_ndim_s, _st_´n r_ptand_ l_s voc_les  de f_rma ale_tor_a.
Pr_nt_ vendr_´n _ p_r las c_nson_ntes.
N_cesit_mos ay_da
S._.S.

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jueves, 4 de agosto de 2011

Devoción



No lograba comprender el porqué de tanta crítica con sordina. Menos aún superar la sevicia persistente de todos ellos. Pedro y Andrés ya ni la miraban. Felipe, Juan y Santiago siempre la habían desdeñado. Los demás disimulaban su rijosidad evitándola.
Si nada cambiaba, los sueños e ilusiones que ella sintió al conocerlos acabarían convirtiéndose en desencanto y remordimiento. Por eso quiso explicarles que, aunque lo anhelaba, no lograba contener sus sentimientos. Que su corazón le empujaba  a entregarse a Dios con fervor.
No supo quién de los doce habló pero el desprecio de aquella respuesta, con aliento a vino agrio, desgarró el silencio apelmazado con que ellos habían recogido sus palabras:
­—¡Que puta eres, Magdalena!

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[Imagen obtenida de Google - Vida de María Magdalena de Salvador Dalí]

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jueves, 28 de julio de 2011

Souvenir




Mi tío Manny emigró a Australia cuando yo aún no había comenzado el colegio. Desde entonces volvió a visitarnos sólo en una ocasión, poco tiempo después. El silencio de los años sin noticias logró que todos en la familia fueran olvidándole poco a poco.


Todos menos yo.

En aquella única visita me trajo de regalo un bumerang del que pronto me aburrí. Ahora bien, cuarenta años después, aún  no he logrado deshacerme de él.


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martes, 19 de julio de 2011

Familia



[Inspirado en el post EMBOSCADOS que mi amigomaestroaregañadientesycamarero Ximens nos regaló en su Blog]


Lo acogieron confiados en que no suponía peligro alguno.

Al ver el hacha en la mano del hombre que entró en el bosque, los árboles comentaron: "...el mango es uno de los nuestros..."


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viernes, 15 de julio de 2011

Rien de Rien



Me sorprendió cuando después de tanto tiempo sin moverse, escuchando una y otra vez la misma canción en sus auriculares, se giró hacia su bolso. Me preguntaba cuánto tiempo llevaría allí, de frente al sol, con la marea alta lamiendo el borde de su toalla. 

Encendió un cigarrillo y dejó que el humo se enredase en su pelo antes de recuperar el mismo gesto inmóvil que mantenía desde hacía más de media hora. Abrazaba sus rodillas flexionadas y sus vertebras dibujaban una soga gruesa bajo la piel húmeda. A pesar de la persistencia de la música que martillaba sus oídos, el silencio parecía envolver una actitud que apestaba a olvido, apatía o desamor. Aparentaba mirar al horizonte, como esperando a que el sol se decidiera a esconderse detrás de aquel mar plano y vacío, que parecía la representación de su estado de ánimo.

Observando el contorno de su figura, el brillo de su pelo a pesar de la sal del mar, la tensión de la piel en su cuello y sus manos, conjeturé que no podía tener más de treinta y cinco años y si estaba en lo cierto, era la música que me llegaba en un bucle interminable lo que no acababa de encajar. Aquel “Rien de Rien”, que se repetía una y otra vez, se acercaba a mí oliendo a desdicha, mientras ella mantenía en su postura la tensión propia de quién ha estado cerca – de algo o de alguien – pero no lo suficiente.

En aquel setiembre, envenenado por la envidia del otoño, no tardaría en anochecer, y yo no dejaba de preguntarme cuál sería la estrategia más adecuada para acercarme a ella. Siempre he sido torpe en el juego de la seducción, pero aquella mujer estaba envuelta en una melancolía estridente que la hacía irresistible al hombre triste que siempre he sido.

Sólo cuando, tiempo después se giró quitándose las gafas de sol y me miró, comprendí que tenía frente a mí  a la mujer con la que compartir el resto de mi vida. Los dos ocultábamos en nuestra mirada el estigma de los adictos al fracaso.


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martes, 5 de julio de 2011

WORKAHOLIC







Él se enamora de su compañera de trabajo y, de pronto, todo cambia.

Por primera vez, desde que tiene memoria, siente que odia los viernes y espera con ansiedad los lunes.

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lunes, 20 de junio de 2011

sábado, 11 de junio de 2011

Reflexión # 1






Resulta difícil hacer lo que nos piden.

Yo sigo sin ver como podemos apretarnos el cinturón y bajarnos los pantalones a la vez.