viernes, 15 de julio de 2011

Rien de Rien



Me sorprendió cuando después de tanto tiempo sin moverse, escuchando una y otra vez la misma canción en sus auriculares, se giró hacia su bolso. Me preguntaba cuánto tiempo llevaría allí, de frente al sol, con la marea alta lamiendo el borde de su toalla. 

Encendió un cigarrillo y dejó que el humo se enredase en su pelo antes de recuperar el mismo gesto inmóvil que mantenía desde hacía más de media hora. Abrazaba sus rodillas flexionadas y sus vertebras dibujaban una soga gruesa bajo la piel húmeda. A pesar de la persistencia de la música que martillaba sus oídos, el silencio parecía envolver una actitud que apestaba a olvido, apatía o desamor. Aparentaba mirar al horizonte, como esperando a que el sol se decidiera a esconderse detrás de aquel mar plano y vacío, que parecía la representación de su estado de ánimo.

Observando el contorno de su figura, el brillo de su pelo a pesar de la sal del mar, la tensión de la piel en su cuello y sus manos, conjeturé que no podía tener más de treinta y cinco años y si estaba en lo cierto, era la música que me llegaba en un bucle interminable lo que no acababa de encajar. Aquel “Rien de Rien”, que se repetía una y otra vez, se acercaba a mí oliendo a desdicha, mientras ella mantenía en su postura la tensión propia de quién ha estado cerca – de algo o de alguien – pero no lo suficiente.

En aquel setiembre, envenenado por la envidia del otoño, no tardaría en anochecer, y yo no dejaba de preguntarme cuál sería la estrategia más adecuada para acercarme a ella. Siempre he sido torpe en el juego de la seducción, pero aquella mujer estaba envuelta en una melancolía estridente que la hacía irresistible al hombre triste que siempre he sido.

Sólo cuando, tiempo después se giró quitándose las gafas de sol y me miró, comprendí que tenía frente a mí  a la mujer con la que compartir el resto de mi vida. Los dos ocultábamos en nuestra mirada el estigma de los adictos al fracaso.


*

7 comentarios:

Wendy dijo...

O_O! Triste, pero hermoso.

Una que yo me sé dijo...

Dan ganas de continuar leyendo. A lo mejor porque es como una chispa de esperanza para los adictos al fracaso. Digo yo.

Elysa dijo...

Como dice María, dan ganas de continuar leyendo, de saber más.
Esto es malo Pedro... creas adicción.

Besitos

Saly dijo...

Pedro, soy Saly. He leído tu relato y me he imaginado todo, la situación, la chica.....los sentimientos. Me ha parecido guay.

Besos

Miguel dijo...

Una bonita historia muy narrada, Pedro.

Del fracaso se aprende mucho y ya se olfatea cuando hay alguién a tu alrededor que...siente lo mismo que tú.

Un abrazo

Miguel

Loli Pérez dijo...

Pedro, dibujas con tus palabras el comienzo de una extraordinaria historia, y al juntar fracaso con fracaso, la fórmula dará como resultado éxito seguro.

Abrazos

Javier Ximens dijo...

Pedro, leerte es emocionarme ¿Cómo puedes meterte de esa forma en los personajes y crear esta poesía? El relato es una preciosidad de ternura. No cabe la menor duda de que cuando un puente se ha roto es una alegría encontrar otro por el que pasar el río.
Como sabes Saly anda muy liada y no entra a leer mi blog, pero le pedí que te leyera, con eso te digo lo que me ha gustado. Por cierto que te leí hace días pero andaba esperando a encontrar la traducción d la letra. Besos para ti y R.